Crónica 3: Ser madre es duro

Por Crónicas Madre Imperfecta

Ser madre es duro.

Es duro tener a una personita pegada a ti 24/7, que depende de ti para absolutamente todo. Es agotador ser su centro de atención, su refugio, su todo. Pero lo que realmente pesa son esos momentos de mayor dependencia, cuando parece que no hay un respiro.

Cuando no puedes ducharte sola, ni comer tranquila, ni siquiera ir al baño sin que alguien te reclame. Es como si tu vida ya no te perteneciera y todo girara en torno a esa pequeña persona que, aunque la adoras, te consume.

Y eso, amiga, es agotador.

Dicen que las madres tenemos mucha paciencia.

Pues, déjame decirte algo: no siempre es así. A veces, esa paciencia se pierde. Y cuando se pierde, te encuentras gritándole a tu hijo sin saber exactamente por qué. No porque lo quieras hacer, no porque él lo merezca, sino porque necesitas liberar toda esa tensión acumulada. Y luego, claro, viene el remordimiento. Te sientes la peor madre del mundo. Te preguntas cómo has llegado a ese punto y por qué no eres capaz de manejarlo mejor.

Pero, ¿sabes qué? Es normal.

Porque nadie nos enseña a gestionar este nivel de dependencia, esta falta de espacio personal que parece absorberte por completo. Nadie te prepara para los días en los que tu hijo lleva media hora llorando y tú ni siquiera has tenido tiempo de lavarte los dientes, arreglarte el pelo o, en el mejor de los casos, lavarte el culo.

Es duro.

Es duro cuando tu hijo hace una siesta de diez minutos y se despierta llorando, como si hubieras desaparecido del planeta.

Es duro cuando estás a un metro de él, en otra habitación, y su llanto lo llena todo porque no puede verte. Es duro cuando simplemente estás intentando atender algo tan sencillo como tender la ropa y sientes cómo ese llanto te sigue, como una sombra, recordándote que nunca puedes estar realmente sola.

Y aunque nos digan que somos adultos, que debemos tener el control, también somos humanos. Humanos que se equivocan, que tienen defectos y que, a veces, necesitan cinco minutos para respirar.

Pero parece que nadie habla de eso, ¿verdad?

Nadie te dice que no pasa nada por perder la paciencia de vez en cuando. Que es normal sentirte sobrepasada. Que no te hace menos madre, ni menos capaz.

Porque, al final, no somos perfectas. Somos madres reales, haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos. Y eso ya es suficiente.